Me dibujo, me desdibujo, me vuelvo a dibujar. Sombras, colores, contrastes.

¿Cuál es la mejor imagen? ¿La más realista, la más fantasiosa?

Tal vez la realidad más real es la que está poblada de fantasía.

O por lo menos, es la realidad que quiero habitar, una donde haya magia y colores.

Y si no hay, los ponemos.

Qué tanto.

Tren a los balazos

Hoy a la mañana otra vez quemaron trenes.

¿Será que el conurbano queda muy lejos? Lejos de las miradas, lejos del poder, lejos de la dignidad...

Hartos, más que hartos, centenares de personas destrozaban o veían destrozar. Alguno, de paso cañazo, intentaba hacerse con las monedas de las máquinas de boletos. 

¿O acaso ahora vamos a creer que en el Sarmiento viajan señoritos ingleses?

Este no es el tren bala, no señor, es el tren de los balazos.

Lo raro no es lo que pasó, lo raro es que haya habido tantos años de paciencia.

Las casas que me gustan

Las casas que me gustan siempre tienen un auto viejo dentro del jardín, el pasto algo crecido, algunas cosas tiradas. Terreno -bastante- juegos infantiles en desuso (que nadie intentó retirar, total, siempre hay chicos, los chicos se renuevan, hijos, sobrinos, nietos, amigos de, hijos de los amigos de)
Son casas de gente que vive, son casas vividas, gastadas, que no relucen ni muestran lujos, salvo el lujo de un aire fresco en una tarde de verano, o la sombra de un árbol para tirarse a leer un libro, ajenos al mundo y a sus avatares.