sábado, 16 de octubre de 2010

Los 33 occidentales



¿Qué fue lo admirable? ¿Qué fue lo que nos conmocionó?
La situación terrible de los mineros, en Chile y en todo el mundo. Puede ser.
La tecnología utilizada para el rescate, la sincronización de los rescatistas. Sí, un poco.
La exposición mediática de los 33, que los distingue de otros millones que mueren ignorados todos los días, y que les da sus cinco minutos de fama. Claro, es evidente.
La opresión de clases simbolizada en ese "accidente", accidente originado por la codicia de quienes los explotan. También, también.

Pero lo que nos hace temblar y estremecernos, y que trasciende las tecnologías y las clasificaciones, quizás ande cerca de otras cuerdas más primitivas, terriblemente humanas.
Que hayan sobrevivido los primeros 17 días, solos, aislados, con escasísimo alimento, sin saber siquiera si alguien los buscaba, atrapados en medio de una de las pesadillas ancestrales más humana: ser enterrado en vida. Que hayan sostenido a rajatabla un racionamiento espartano, enloquecedor, que mantuvo sus estómagos funcionando con el solo aporte de un par de cucharadas de atún diarias. Que hayan logrado arreglárselas para sobrevivir, sólo sobrevivir, sin ninguna certeza de futuro, porque la vida es más fuerte, y porque no está muerto quien pelea. Que hayan construido liderazgos y repartido roles, mucho pero mucho antes de que los equipos de psicólogos y los expertos de la NASA acudieran a decirles qué hacer. Que lo hayan hecho así, con la sabiduría del pueblo, con el uso de todo lo humano y lo comunitario, de lo que viene desde que la humanidad habitaba cavernas como esa y era sometida a fuerzas naturales que no dominaba. Y que lo hayan hecho con la palabra, con la cultura, con las historias individuales, con la historia colectiva, negociando, argumentando, peleando también, por qué no. Organizándose.
Para poder decir: "Estamos bien los 33"

Las vidas complejas y humanas de los 33, la organización popular, la historia brotando de la tierra, la dignidad de un líder golpeado por el terrorismo de Estado, que resurgiendo de su propia tragedia, le dijo al Presidente de la sonrisa: "Señor, que esto no vuelva a pasar".

No nos han vencido, mierda!

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