sábado, 7 de noviembre de 2009

Ningún pibe nace chorro


Creo que vamos a coincidir en algo, que es una consigna, pero que no deja de ser absolutamente cierto: ningún pibe nace chorro.
Y esto no significa justificar, sino tratar de entender las causas de lo que está pasando para poder cambiarlo. Poco podemos cambiar si no nos damos cuenta entre todos de por qué nos pasa lo que nos pasa.
Hay personas que pudieron transmitirle a sus hijos ciertos valores, que no dependen de la situación económica en que uno vive sino de cómo uno fue criado. Otros no pudieron. Crecer en una familia con amor es una ventaja incomparable.
El otro día se me acerca en una esquina una nena de unos 10 años, a pedir una moneda. Me pongo a charlar y me cuenta que esa misma mañana se había sacado dos diez en el colegio. Le brillaban los ojos de orgullo. La felicité, le dí un beso, me fuí. Me fuí pensando que a esa nena que se sacaba dieces a la mañana, la mandaban a pedir monedas a la tarde. Y todos nosotros le pasamos por al lado sin modificar esta injusticia o sin saber cómo modificarla.
El Estado tiene la obligación de intervenir, compensando la tremenda injusticia en la que crecen y se forman como personas tantos niños y niñas. El ingreso para la niñez es un buen comienzo. Todo proyecto destinado a crear trabajo también, porque sin trabajo no hay estabilidad ni se cubren las necesidades básicas.
También hacen falta políticas activas de integración, donde los padres recuperen un sentido de pertenencia a una comunidad. En ese aspecto , es clave fomentar la participación: en la escuela de los pibes, en la sociedad de fomento, en las asambleas vecinales, en las reuniones de presupuesto participativo. Cuando una persona encuentra que tiene un lugar dentro de una comunidad, su perspectiva sobre sí mismo cambia.
Y que se le brinden las herramientas para este cambio a todos aquellos que quieran tomarlas: fomento a terminar la escuela primaria o secundaria, cursos de formación de oficios, cursos de perfeccionamiento o profesionalización, contención social que para quienes están circunstancialmente excluídos no sientan que esta exclusión es permanente. Porque si uno cree que la exclusión es permanente, es bastante lógico que elabore estrategias de supervivencia partiendo de esa base. Ampararse en una red delictiva es la más frecuente.
Es cierto y lo digo antes de que lo objeten: hay gente que no va a cambiar. Ok. Pero que sea porque ellos no quieren o no pueden, no porque no se intentó con todas las fuerzas.
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