jueves, 19 de noviembre de 2009

Nuevas tecnologías, viejas luchas


La cultura y la cibercultura

De alguna manera, el paso de los medios tradicionales a los nuevos medios provistos por Internet propone un escenario con interesantes variables: mayor fluidez en el ida y vuelta de la comunicación, facilidad de acceso a la tecnología necesaria para realizar transmisiones, abaratamiento de esta tecnología por ser de uso masivo, lo cual finalmente redunda en una facilidad para conseguir un alcance masivo de los mensajes. Pero también hay quienes advierten del doble filo de Internet como herramienta proveniente del sistema hegemónico, cuyo uso y apropiación no deberían ser ingenuos.
En segundo término, es evidente que la cultura o mejor dicho, las culturas, adquieren en el mundo globalizado, una nueva dinámica de interpenetración, confrontación y redefinición mutuas, ya que los cambios en el entorno de desenvolvimiento de las pautas regionales de construcción cultural implican que esta construcción ya no se reproduce a sí misma en un marco meramente regional, sino que lo hace en contraste con un contexto global que la penetra de un modo inmediato, ya sea material o virtualmente. En lo material, podemos determinar cómo la globalización cultural se corporiza en aparatos, tecnologías, instrumentos, objetos de consumo, etcétera. En lo virtual, la globalización cultural se presenta como una ampliación del horizonte cognoscitivo y como una aceleración de las distancias - espaciales y temporales -  entre distintas  culturas regionales.
Por lo pronto, esta globalización cultural no se produce armónicamente, sino que se regenera como un escenario conflictivo que pugna por los múltiples sentidos que se intercambian dentro de un ámbito de interconexión cultural que, como toda relación de poder, no es simétrica sino todo lo contrario
Las transformaciones tecnológicas y su efecto sobre el tiempo y el espacio
 Paralelamente, vemos que las transformaciones tecnológicas son producto del desarrollo de las fuerzas productivas y, a la vez, constituyen un impulso para un desarrollo mayor aún. El formidable avance de las comunicaciones fue la plataforma desde la cual se amplifica la globalización: es posible un mercado financiero mundial porque son posibles las comunicaciones al instante de una punta a otra del globo. Dentro de este esquema, Internet, nacida como red de investigación científica, ocupa un rol fundamental en la transmisión global de la cultura, transmisión que tiene por característica la interacción, el ida y vuelta.
Estas altas velocidades de la información que circula a través del mundo implican también modificaciones en la percepción del espacio y del tiempo. Como dice el dicho “tiempo es dinero”. Pero ¿qué es el dinero? El dinero es un valor de cambio, que como todos sabemos, nos puede comprar espacio y hacer que el tiempo juegue a nuestro favor. David Harvey lo señala claramente: “el dominio simultáneo del tiempo y el espacio constituye un elemento sustancial del poder social (…) el dinero puede utilizarse para gobernar el tiempo (nuestro tiempo y el de los otros) y el espacio. Recíprocamente, el dominio del tiempo y el espacio pueden convertirse a su vez en dominio sobre el dinero”.[1]
Queda expuesto con claridad que la lucha por el dominio del tiempo y el espacio es crucial y, por lo tanto, también lo es el rol de las tecnologías que hacen posible dicho dominio.
“Si el espacio, tal como lo concibe Foucault, es siempre un continente del poder social, entonces la reorganización del espacio es siempre una reorganización del marco de trabajo a través del cual se expresa el poder social”.[2]
Internet, como instrumento tecnológico del capital, es apropiada por los movimientos sociales contrahegemónicos para convertirse a su vez en un nuevo campo de poder (de información, de dominación, de saber, de participación, de socialización, de cultura).
El nuevo escenario para el conflicto social
 También es importante destacar el surgimiento de un nuevo escenario de conflicto como consecuencia de la globalización. Todo intercambio cultural implica una codificación por parte de quien emite y una decodificación por parte de quien recibe el mensaje, en un proceso interactivo cuyo requerimiento básico es compartir el código. La globalización, que se difunde preferencialmente a través del ciberespacio, configura un nuevo terreno de lucha porque, entre otras cosas, impone códigos de lectura que muchas veces desnaturalizan el contenido particular o regional de los mensajes.
Estamos frente a nuevas realidades que implican un debate al ser procesos complejos, ya que el ciberespacio constituye representaciones culturales distintas a las representaciones  geográficas del espacio territorial en el mundo real.
Asimismo, hay un cambio cualitativo en relación al sistema político tradicional, caracterizado por estructuras jerárquicas, de tipo piramidal, con concentración de la toma de decisiones en la cúpula, versus el esquema más horizontal de los nuevos movimientos sociales, que valoran el trabajo asociativo y en red y en el cual la extensión y expansión de las redes es en sí un espacio de acumulación de poder. La irrupción de los nuevos movimientos sociales se produce a la vez como respuesta organizativa congruente con los cambios dentro del modo de producción o de sistema concebido por David Harvey como un régimen de “acumulación flexible”[3]. El esquema fordista, representado por la gran fábrica con muchos obreros y cuyo marco de referencia eran leyes laborales estables se transforma, globalización mediante, en un sistema flexible y descentralizado, por lo cual es lógico que estos cambios tengan su repercusión en los modos organizativos de los movimientos contrahegemónicos, que adquieren a su vez un carácter global y flexible.
En este punto, y dado que el principal escenario de la lucha de poder no es ya la fábrica aislada sino el conjunto cultural y social, adquieren especial preponderancia el papel de las comunicaciones y de las expresiones artísticas y culturales de diverso tipo. Hay una lucha de discursos entre lo hegemónico y lo contrahegemónico, y la web es uno de los territorios en abierta disputa.
Así, la apropiación de tecnologías que varían la percepción y la utilización tanto del tiempo como del espacio se convierte en un elemento clave en la lucha social, ya que no sólo se suma a sino que modifica cualitativamente las posibilidades de intervención y de difusión de las organizaciones sociales. Subirse a la red es entonces utilizar las autopistas de la globalización  para desarrollar un mensaje propio, de contenido contrahegemónico.
Es relevante considerar que, al mismo tiempo que emergen los nuevos movimientos sociales, también ocurren transformaciones en los modos de producción política de los partidos tradicionales o, por lo menos, de algunos de ellos. Tal es así que hay colectivos pertenecientes a partidos políticos, los cuales desarrollan su acción comunicativa en la red con las mismas premisas y las mismas estéticas que otros movimientos independientes o que se reivindican políticos pero no partidarios. Sin ahondar en este aspecto, que habla de necesarias transformaciones relacionadas a las estructuras partidarias formales y que en sí mismo daría para una investigación, esta característica es relevante porque integra el universo en el cual se desenvuelven las nuevas formas de militancia, las cuales, estudiadas sin este contrapunto, darían una imagen distorsionada, aparentando una uniformidad de métodos y estilos que no es tal. Hay nuevos movimientos sociales en la red, pero también hay partidos políticos que están modificando sus estrategias comunicacionales.
Se puede apreciar entonces cómo la globalización y las transformaciones en lo tecnológico han producido diversas operaciones sobre la cultura, sobre los conceptos de tiempo y espacio, sobre las identidades de los actores y sobre la conformación de los escenarios de conflicto. Esta suma de cambios y su combinatoria implican a la vez la reformulación de las estrategias de estos actores en función del nuevo escenario.
El desafío, tanto para los teóricos como para los militantes es, entonces, desenredar las tramas superpuestas de estas relaciones de poder, que comprenden el uso y apropiación de las tecnologías y que reconfiguran el territorio de la lucha social.


[1] HARVEY David, La condición de la posmodernidad, Amorrortu, Buenos Aires, 1998, p.251
[2] Ídem, p.282
[3] Ídem, p. 267
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