* ponencia presentada en el Seminario Internacional Políticas de la Memoria, realizado en el Centro Cultural Haroldo Conti (ex ESMA), 2008
- Introducción -
Al iniciar este trabajo consideré varias opciones de temas a abordar relacionados, por un lado, con los desaparecidos, con sus vidas, con sus luchas; también, más generales y abarcativos, relacionados con el proceso social genocida, las grandes líneas históricas y políticas que confluyeron para hacerlo posible; o muchos de otros tantos enfoques.
Pero en un momento vislumbré el tema de la ausencia y me dí cuenta de que ese era el tema. Siendo unos diez años menor que el promedio de los desaparecidos, cuando mi generación asoma a la vida pública, en lugar de encontrarnos con la generación antecedente, encontramos su ausencia. Esa ausencia fue de alguna manera el espejo en el cual nos miramos.
Por eso creo pertinente abordar la ausencia, porque está acá, entre nosotros y va a seguir estando. Los pueblos que sufren pérdidas tan cuantiosas no pueden dejar de transitar los años por venir con esa ausencia que se presentifica en todos los ámbitos, que tiñe las perspectivas intelectuales, la sensibilidad artística, la pasión, la razón y el entendimiento.
No seríamos lo que somos sin esa ausencia, que nos define y que nos obliga a hacer algo con ella. Que nos interpela.
Este ensayo propone trabajar sobre el concepto de ausencia postulando que, así como las ausencias forman parte de la estructura de un discurso, también en el discurso social, tanto la sociedad en sí misma como la subjetivación de los individuos posteriores al genocidio son determinadas, influenciadas, estructuradas, por estas ausencias.
- Definiendo -
ausencia. (Del lat. absentĭa).
1. f. Acción y efecto de ausentarse o de estar ausente.
2. f. Tiempo en que alguien está ausente.
3. f. Falta o privación de algo.
4. f. Der. Condición legal de la persona cuyo paradero se ignora.
5. f. Med. Supresión brusca, aunque pasajera, de la conciencia.
6. f. Psicol. Distracción del ánimo respecto de la situación o acción en que se encuentra el sujeto.
- Tratando de explicar -
1. Resignificando la ausencia
Cuando hablamos de “políticas de la memoria” lo primero a determinar, según nos planteamos en este trabajo, es ¿memoria de qué? ¿Qué recordamos cuando hacemos memoria?
No debería darse por sabido, no debería sobreentenderse (es decir, entender más de lo que se dice explícitamente, entender extendiendo las propias categorías de percepción).
La memoria, lejos de ser algo estático, es algo en permanente recreación, en permanente resignificación, que va sumando a cada momento las huellas del pasado que se van revelando en el presente de las sucesivas generaciones y que son interpretadas, reeditadas por éstas.
Este trabajo sostiene la importancia de resignificar la ausencia como objeto de la memoria. La ausencia no es un mero vacío, es ausencia “de algo o de alguien”. Es decir, la palabra ausencia remite a un ausente determinado, es más que una no-presencia abstracta, es la negación de una presencia determinada.
Pero la ausencia, entonces, en tanto “ausencia de”, está afectada por el tiempo: hay muchas ausencias que se superponen en lo que parecía una. En el caso de los desaparecidos, en cada ausencia se conjugan el chico/chica que era, el adulto/a que no pudo ser después, las cosas que hacía, las cosas que no pudo hacer después, el lugar social que ocupaba, el lugar social que no pudo ocupar después.
Entonces, con tantas ausencias, afectadas por el tiempo – multiplicadas por el tiempo podríamos decir – nos veríamos forzados a buscar sus huellas en todos y cada uno de los días posteriores al de su (supuesta) desaparición; en todos y cada uno de los hechos sucedidos durante su ausencia; en todos y cada uno de nosotros, que pudiendo haber convivido con estos ausentes, tuvimos que vivir sin ellos; en todos y cada uno de los ámbitos sociales y políticos que no los contaron como actores, en este después que ya es más largo que muchas de sus cortas vidas.
Y digo supuesta desaparición porque se da una paradoja: después de su desaparición física, continúan entre nosotros, como una presencia permanente, una presencia hecha de ausencias.
Planteo entonces pensar la memoria como un campo extenso, de modo tal que, en la misma operación que recrea y evoca a los ausentes, abarquemos también los efectos de esa ausencia que continúa actuando en el presente.
2. Cómo se expresa una ausencia.
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.”
Como nos dice Marx en esta cita tomada del “18 Brumario”, cada generación está signada por los hechos de las generaciones anteriores. En nuestro caso, el hecho doloroso del genocidio nos entrega una sociedad surcada por enormes ausencias, ausencias de personas, ausencias de las ideas, acciones y pasiones que esas personas encarnaban.
¿Cómo podemos evocar al ausente? ¿Como era, como lo recordamos? ¿Como podría haber sido? Sí, posiblemente. Pero también se lo puede evocar viendo cómo se expresa en nosotros, cómo afecta nuestros actos, cómo se encarna en nuestras vidas, en las vidas del después.
Acá tenemos en un primer vistazo dos modos, dos niveles de expresarse del ausente: en lo que fue, por un lado, y en lo que no fue, o no pudo ser, por el otro. Lo que fue lo sabemos, o podemos saberlo, o aproximarnos a saberlo: como ejemplo de lucha, como ejemplo de aciertos, como ejemplo de errores, como ejemplo de vida.
Lo que no fue, nunca lo sabremos. Lo que podría haber sido. Lo que le negaron ser. Lo que nos negaron que sea.
Esta marca también está, pero su visualización es más compleja. Es lo que no tuvimos, lo que no escuchamos, lo que no nos enseñaron, lo que no obraron, lo que no transformaron los ausentes.
¿Dónde está esa huella? ¿Dónde está lo que no está?
Principalmente, en nosotros. En cada uno de nosotros hay numerosas huellas de aquellos ausentes plurales, de cada ausencia singular, de todas las ausencias repetidas al infinito.
Propongo que una manera posible de expresar la ausencia, además de los diferentes discursos presentes, es pensándola como actuante entre nosotros en su propia calidad de ausencia, ya que así se nos presenta: una mera ausencia.
3. Huellas en nosotros.
La pregunta entonces es cómo esas ausencias, esos silencios, se encarnan en las generaciones presentes y futuras, cómo la memoria social puede ayudar a identificar esas marcas, cómo entonces el reconocimiento de estas marcas nos permite resignificar permanentemente las ausencias.
La búsqueda de los ausentes no en el recuerdo estático, o sólo en el recorrido de sus historias vividas, sino en el movimiento permanente de nuestras vidas presentes. Somos los que llevamos la ausencia en nuestra carne, somos los que no podemos dejar de hacerlo aunque nos lo propusiéramos.
Estamos marcados, estamos moldeados, estamos definidos por estas ausencias.
4. La ausencia que no desaparece.
Paradójicamente la ausencia, resultado de las desapariciones forzadas, no desaparece.
En el mismo acto de “desaparecer” a las personas, los perpetradores hicieron aparecer la ausencia, ausencia que será permanente. Es recreada una y otra vez a partir de las huellas que persisten en las generaciones posteriores, cuya persistencia no es objeto de la voluntad, sino de la precedencia. Todos somos herederos de esa ausencia, todos somos hijos de ella, aún quienes niegan serlo, aún quienes no saben que lo son. Como la herencia, como la paternidad, no se elige y no se modifica.
5. Políticas de la memoria.
Inicio este tema retomando las categorías de Daniel Feierstein sobre el genocidio, bajo las cuales esta problematización de las ausencias se ubicaría en el momento de la realización simbólica del proceso social genocida, como parte de la discusión acerca de lo sucedido y de cómo nos continúa afectando.
Feierstein, estudioso del tema, en su libro “Seis estudios sobre genocidio” establece una periodización de los procesos sociales genocidas, en base a un análisis de distintos casos a nivel mundial. La periodización que describe tiene 6 momentos: el primer momento, la construcción del “otro negativo”, delimitando a un sector social interno a la sociedad y señalándolo como responsable de los males que aquejan al conjunto y “peligroso” para el resto de la sociedad; el segundo momento, el hostigamiento sobre ese otro, lo que a la vez adiestra a las fuerzas genocidas; un tercer momento, su aislamiento físico, su apartamiento del resto de la sociedad, mediante distintas prácticas legales o ilegales, lo que lo priva de lazos sociales solidarios; un cuarto momento, el debilitamiento sistemático, con su reclusión en prisiones o campos de concentración y, en un quinto momento, su aniquilación o exterminio. La intención, al apuntar al interior de la sociedad, no es tanto eliminar una fuerza social como una relación social: que no se continúen reproduciendo determinadas prácticas sociales, eliminando a quienes las practicaban.
Pero hay un sexto y último momento que Feierstein define como “realización simbólica”, y que es el que consuma el genocidio en su máxima expresión: desaparecidos los cuerpos, desaparecida la relación social que ellos sostenían, habrán de desaparecer también las memorias asociadas a esos cuerpos y a esa relación social. Exterminio material y simbólico.
Cito: “...durante los años ochenta, el carácter de esas prácticas queda negado y lo que aparece es un discurso que en la oposición a la lógica del “por algo será” termina respondiendo con la lógica del “no había hecho nada”. Y desde ese lugar queda negada simbólicamente la práctica que dio origen a la desaparición.”
Este proceso de realización simbólica no ha concluido, es en el cual nos encontramos, por lo cual cada una de las expresiones de memoria que vayamos hablando, escribiendo, pintando, cantando, dibujando, cada una de ellas es una batalla ganada contra la desaparición simbólica.
- Recopilando -
¿Y entonces, qué lugar tiene la ausencia en estas memorias?
Postulo humildemente que la ausencia es lo que tenemos hoy y que deberíamos encontrar la forma, los medios, de hacerla hablar, porque esa es también otra batalla, la de no mirar para otro lado cuando advertimos que estamos caminando en un territorio plagado de ausencias.
Digo esto sin pretender encontrar respuestas, sino al contrario, plantear una pregunta y que muchos otros puedan luego reformularla y multiplicarla.
Porque también debemos tener el cuidado de no rellenar de cualquier modo el significado de esta ausencia, problematizando para eso, ante nosotros mismos, las políticas de la memoria, en tanto quién le pone palabras a esos silencios, quién estructura un discurso, qué discurso sería éste, cómo no traicionar, cómo no simplificar, cómo no minimizar lo incomprensible en el acto de intentar explicarlo, cómo aceptarlo en toda su complejidad y convivir con ello, haciendo a la vez honor a quienes nos precedieron y habilitando el camino de quienes nos sucederán.
Bibliografía
FEIERSTEIN, D., Genocidio – La administración de la muerte en la modernidad, Endutref, 2005
FEIERSTEIN, D., El genocidio como práctica social, Fondo de Cultura Económica, 2007
MARX, K. El 18 Brumario de Luis Bonaparte, edición digital, www.librodot.com
Real Academia Española – Diccionario de la Lengua Española – Vigésimo segunda edición http://www.rae.es/rae.html
Fotos
GERMANO, Gustavo, "Ausencias"
....................................................................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario